Que se levanten todos!
Para cantar bien fuerte, para llorar bien llorados, para agitar las almas y cagarse en las despedidas.
Que se levanten todos
Porque la vida es subversiva y me lo tatuo por si a algún desprevenido se le ocurre olvidarse.
Que se levanten todos
para avisar que Rolo, racinguista y peronista como Néstor, militante,
sanmartiniano, irrefenable agitador de banderas, portador de una vena
palpitante que renacía en cada marcha, cuadro, amigo, compañero, jefe y
soldado,
no se fue
ni se irá.
Que se levanten todos
Para abrazarlo en la memoria, para
recordarlo y, sólo si hace falta, llorarlo a lágrima suelta.
Que se levanten todos y se acuerden cuando llegaba a la Unidad Básica
con su sonrisa a cuesta, los zapatos cansados y el overol de un largo
día.
Porque es entonces cuando el negro se enjabonaba rápidamente la cara y se calzaba la pechera y cantaba más fuerte que todos.
O plantaba una flor en la vereda,
o se hacía unos mates amargos, o nos retaba en las reuniones preguntándonos: “Queremos liberar la Patria y no nos escuchamos?”
Que se levanten todos para saludar a un tanguero del siglo veintiuno,
de esos que madrugan los domingos para tomarse un cafetín en el bar de su barrio.
Al poeta pacourondista y al galán de perfil bajo. Al amante de lo
imposible. Al mago que siempre encontraba la excusa para demostrar que
hasta la más mínima cosa ame
ritaba una risa.
Que se levanten todos
Y se contagien de su abrazo eterno, de su mano encendida, de su ejemplo
de hijo, de hermano y de tío, de amigo, de compañero y de todo.
De ese que nunca se quejaba de nada y no escatimaba en palabras, porque con el pecho le bastaba.
Que se levanten todos y tomen el ejemplo de ese al que el último 26
de julio no le dolía la fiebre sino no poder estar en el homenaje a
Evita.
De ese del que parece haber hablado Cristina cuando dijo que la
historia no se mide por los tiempos biológicos, sino por lo que cada uno
de nosotros hace cuando le toca pasar por el mundo.
Que se levanten todos porque,
aunque hoy las palabras sean mezquinas,
a los grandes solo se los recuerda de pie y andando,
militando,
trabajando,
sonriendo
y, sobre todo, y sin jactancias,
amando profundamente la vida.
Que se levanten todos!
(A Christian “Rolo” Alejandro López. L.O.M.J.E.)
"Construyamos con amor. Al odio que algunos quisieron derramar sobre nosotros, respondamos con amor. No hay mejores batallas que las que se ganan con el corazón." Cristina Fernández de Kirchner
domingo, 2 de septiembre de 2012
Sur, paredón, La Cámpora y después
* por Jorge Giles
Se llovió todo en Buenos Aires y en gran parte del país. Las lágrimas se disimulan mejor en medio de la lluvia. Y el dolor no es para cualquiera.
Vienen de recibir paliza tras paliza desde la tapa del Clarín y La Nación y como si fuera poco, algunos veteranos les tiran un puntapié, como de pasada, para que aprendan de una vez, “qué cosa es la revolución”. Como si ellos supieran.
Lo viejo se hace viejo cuando presume que lo nuevo es una etapa inferior en el destino humano.
Los pibes vienen con bronca, pero no pisan el palito. No caen en el juego que propone Magneto y sus esbirros. Vienen de un país aniquilado, ninguneado, derrotado, sangrado, vaciado. Y vienen de inventarse otro mundo, donde entremos todos y donde la política sea una poesía en el muro del barrio. Vienen de trocar la merca licenciosa del olvido impune, por una cultura nacional y popular de la memoria. Vienen de escuchar decir a Kirchner que “cuando la juventud se pone en marcha, el cambio es inevitable”.
La derecha con poder sabe dónde pega y cuándo pega. No ametralla al boleo con sus editoriales. Ametralla a los que están en los barrios, con su salita de primeros auxilios, con su escuelita de apoyo, con la incansable lucha por los derechos humanos, los de ayer y los de siempre. Ametralla con odio en tinta impresa a los que pintan mil escuelas y dicen que van por más, a los que acuden gozosos a inaugurar un jardín o acompañar a Cristina a seguir inaugurando fábricas, caminos, hospitales, gasoductos y pozos petroleros recuperados.
A ellos les disparan porque malician que no son la mera continuidad melancólica de aquella juventud gloriosa de los años setenta. Y no se equivocan.
Esta juventud que milita el proyecto de las mayorías populares en el siglo XXI, es la superación cualitativa de aquella otra. Abreva de aquella experiencia lo mejor que tuvo y aprende al mismo tiempo, a no cometer ningún pecado de soberbia.
Las patrullas perdidas, como decía Walsh hablando de vanguardias, fueron parte de una tragedia nacional. Fueron.
Sur, paredón, La Cámpora… ¿y después qué? Después querrán venir por el conjunto del pueblo, por sus trabajadores, por sus sindicatos, por una vuelta al país de la deuda externa, por una educación mitrista y privatizada, por una salud para pocos.
Sigue cayendo la lluvia sobre Buenos Aires y en el corazón de Boedo, los pibes de La Cámpora despiden a uno de los suyos. Se llamaba Christian Alejandro López y le decían Rolo sus compañeros. 20 y pico de años y se llevó para siempre el aplauso de pie de la militancia, de esa que lo recuerda mostrando su rostro en mil fotografías, en mil anécdotas, en mil historias que caben en un puñado de años de esta nueva patria que les quema el pecho y el alma. Rolo, pintando escuelas, llevando el Nestornauta, pateando el barrio, dando clases de apoyo, escuchando y participando de reuniones incansables donde se habla de Perón y Evita, de Néstor y Cristina, de Mao y del Che, de San Martín y Belgrano.
La juventud que libera es siempre universal en sus valores. Y ésta lo es. Pero el piberío de ahora le lleva una ventaja a la generación diezmada, como llamó a la suya Néstor Kirchner: sabe mucho más de los Caudillos federales que de Ho Chi Minh y Carlos Marx. Todo un signo del cambio de época.
Y Rolo se murió de golpe o casi. Por una infección mal atendida, quizá; o quizá porque una maldita bacteria se escapó de la guarida donde incuba el odio. Fue tan militante de base como el Chicho, de 20 años también, que se murió desangrado hace justo un año por meterse a separar una pelea que no le pertenecía, pero que él creía que sí, porque en la militancia aprendió que nada de lo humano le era ajeno y entonces se metió a separar a otros pibes de la villa y lo mataron.
Están ametrallando a esos pibes con sus editoriales. Al sentido de la vida digna que heredaron de esos otros pibes que los precedieron en aquella otra juventud de la militancia.
Y Rolo marchaba con ese mismo sentido.
La Cámpora se mete en las cárceles, en las escuelas, en los hospitales, en las Universidades. Y se mete con la memoria del país que fuimos y del que estamos haciendo.
Por eso los persiguen.
Porque si fuera cierto que andan con choferes y autos oficiales y entre lujos y banquetes, el poder no se inquietaría con ninguno de ellos. Descansaría en ellos. Dormirían tranquilos sabiendo que la hacienda está a resguardo con una pléyade de jóvenes domesticados.
Cuando ese poder dominaba la escena y las agendas, dijeron: “No hay democracia sin mercado”. Justificaban la sangría financiera que vendría, primero por la América latina y después, el resto del mundo. Total, la resistencia popular, obrero-estudiantil, era apenas un consumo de la nostalgia infértil.
30 mil desaparecidos aquí y otros tantos allá, dejaron tierra arrasada para cometer las peores tropelías. Y fue así, a groso modo, que el mercado se fagocitó a la democracia desde sus entrañas.
El poder imperial de los Estados Unidos, Consenso de Washington mediante, pasó de una fase de supremacía política y militar a otra de plena hegemonía política y cultural. Se comieron la cancha, con la tribuna incluida. Con el cuento proclamado del “fin de la historia”, estaban decretando el fin del Estado para las mayorías, el fin de la democracia inclusiva, el fin de la esperanza, el fin de las utopías.
Los dueños de esa receta son los que hoy escriben partes de guerra desde Bruselas.
La Eurozona retrocedió en el segundo trimestre de este año al 0,2%. Hay once países en recesión en toda Europa. Francia está estancada y Alemania duda entre caerse o seguir disimulando.
Y no hay luz al final del túnel. Ni hay quien encienda un farol para advertir que a todos les llegará su diciembre argentino del 2001.
Aquí encendimos nuestra propia antorcha cuando llegó Néstor y después Cristina y empezamos a decir: no habrá patria sin democracia inclusiva, sin trabajo, sin producción, sin soberanía.
Esa antorcha es la que portaba Rolo y mal que le pese al poder, seguirá encendida en millones de pibes, quién sabe hasta cuándo.
Publicado en Miradas al Sur
Se llovió todo en Buenos Aires y en gran parte del país. Las lágrimas se disimulan mejor en medio de la lluvia. Y el dolor no es para cualquiera.
Vienen de recibir paliza tras paliza desde la tapa del Clarín y La Nación y como si fuera poco, algunos veteranos les tiran un puntapié, como de pasada, para que aprendan de una vez, “qué cosa es la revolución”. Como si ellos supieran.
Lo viejo se hace viejo cuando presume que lo nuevo es una etapa inferior en el destino humano.
Los pibes vienen con bronca, pero no pisan el palito. No caen en el juego que propone Magneto y sus esbirros. Vienen de un país aniquilado, ninguneado, derrotado, sangrado, vaciado. Y vienen de inventarse otro mundo, donde entremos todos y donde la política sea una poesía en el muro del barrio. Vienen de trocar la merca licenciosa del olvido impune, por una cultura nacional y popular de la memoria. Vienen de escuchar decir a Kirchner que “cuando la juventud se pone en marcha, el cambio es inevitable”.
La derecha con poder sabe dónde pega y cuándo pega. No ametralla al boleo con sus editoriales. Ametralla a los que están en los barrios, con su salita de primeros auxilios, con su escuelita de apoyo, con la incansable lucha por los derechos humanos, los de ayer y los de siempre. Ametralla con odio en tinta impresa a los que pintan mil escuelas y dicen que van por más, a los que acuden gozosos a inaugurar un jardín o acompañar a Cristina a seguir inaugurando fábricas, caminos, hospitales, gasoductos y pozos petroleros recuperados.
A ellos les disparan porque malician que no son la mera continuidad melancólica de aquella juventud gloriosa de los años setenta. Y no se equivocan.
Esta juventud que milita el proyecto de las mayorías populares en el siglo XXI, es la superación cualitativa de aquella otra. Abreva de aquella experiencia lo mejor que tuvo y aprende al mismo tiempo, a no cometer ningún pecado de soberbia.
Las patrullas perdidas, como decía Walsh hablando de vanguardias, fueron parte de una tragedia nacional. Fueron.
Sur, paredón, La Cámpora… ¿y después qué? Después querrán venir por el conjunto del pueblo, por sus trabajadores, por sus sindicatos, por una vuelta al país de la deuda externa, por una educación mitrista y privatizada, por una salud para pocos.
Sigue cayendo la lluvia sobre Buenos Aires y en el corazón de Boedo, los pibes de La Cámpora despiden a uno de los suyos. Se llamaba Christian Alejandro López y le decían Rolo sus compañeros. 20 y pico de años y se llevó para siempre el aplauso de pie de la militancia, de esa que lo recuerda mostrando su rostro en mil fotografías, en mil anécdotas, en mil historias que caben en un puñado de años de esta nueva patria que les quema el pecho y el alma. Rolo, pintando escuelas, llevando el Nestornauta, pateando el barrio, dando clases de apoyo, escuchando y participando de reuniones incansables donde se habla de Perón y Evita, de Néstor y Cristina, de Mao y del Che, de San Martín y Belgrano.
La juventud que libera es siempre universal en sus valores. Y ésta lo es. Pero el piberío de ahora le lleva una ventaja a la generación diezmada, como llamó a la suya Néstor Kirchner: sabe mucho más de los Caudillos federales que de Ho Chi Minh y Carlos Marx. Todo un signo del cambio de época.
Y Rolo se murió de golpe o casi. Por una infección mal atendida, quizá; o quizá porque una maldita bacteria se escapó de la guarida donde incuba el odio. Fue tan militante de base como el Chicho, de 20 años también, que se murió desangrado hace justo un año por meterse a separar una pelea que no le pertenecía, pero que él creía que sí, porque en la militancia aprendió que nada de lo humano le era ajeno y entonces se metió a separar a otros pibes de la villa y lo mataron.
Están ametrallando a esos pibes con sus editoriales. Al sentido de la vida digna que heredaron de esos otros pibes que los precedieron en aquella otra juventud de la militancia.
Y Rolo marchaba con ese mismo sentido.
La Cámpora se mete en las cárceles, en las escuelas, en los hospitales, en las Universidades. Y se mete con la memoria del país que fuimos y del que estamos haciendo.
Por eso los persiguen.
Porque si fuera cierto que andan con choferes y autos oficiales y entre lujos y banquetes, el poder no se inquietaría con ninguno de ellos. Descansaría en ellos. Dormirían tranquilos sabiendo que la hacienda está a resguardo con una pléyade de jóvenes domesticados.
Cuando ese poder dominaba la escena y las agendas, dijeron: “No hay democracia sin mercado”. Justificaban la sangría financiera que vendría, primero por la América latina y después, el resto del mundo. Total, la resistencia popular, obrero-estudiantil, era apenas un consumo de la nostalgia infértil.
30 mil desaparecidos aquí y otros tantos allá, dejaron tierra arrasada para cometer las peores tropelías. Y fue así, a groso modo, que el mercado se fagocitó a la democracia desde sus entrañas.
El poder imperial de los Estados Unidos, Consenso de Washington mediante, pasó de una fase de supremacía política y militar a otra de plena hegemonía política y cultural. Se comieron la cancha, con la tribuna incluida. Con el cuento proclamado del “fin de la historia”, estaban decretando el fin del Estado para las mayorías, el fin de la democracia inclusiva, el fin de la esperanza, el fin de las utopías.
Los dueños de esa receta son los que hoy escriben partes de guerra desde Bruselas.
La Eurozona retrocedió en el segundo trimestre de este año al 0,2%. Hay once países en recesión en toda Europa. Francia está estancada y Alemania duda entre caerse o seguir disimulando.
Y no hay luz al final del túnel. Ni hay quien encienda un farol para advertir que a todos les llegará su diciembre argentino del 2001.
Aquí encendimos nuestra propia antorcha cuando llegó Néstor y después Cristina y empezamos a decir: no habrá patria sin democracia inclusiva, sin trabajo, sin producción, sin soberanía.
Esa antorcha es la que portaba Rolo y mal que le pese al poder, seguirá encendida en millones de pibes, quién sabe hasta cuándo.
Publicado en Miradas al Sur
lunes, 7 de mayo de 2012
Otro sábado más en La Cámpora Boedo
El pasado sábado 5 de mayo, los militantes de La Cámpora Boedo
tuvieron un nuevo día peronista.
Bien temprano por la mañana los compañeros fueron llegando hasta
la Unidad Básica ubicada en Av. Boedo 1648 para comenzar con los preparativos
de la 13º Compra Comunitaria de Alimentos que los esperaba por delante.
Al finalizar las compras pasado el medio día, los vecinos no
sólo se fueron con sus bolsones de frutas y verduras sino que también se fueron
con la felicidad de haber compartido un lindo momento con los militantes de La
Cámpora con quienes charlaron mate de por medio.
Los vecinos tuvieron también la posibilidad de charlar con la
responsable de La Cámpora Comuna 5 y comunera por el Frente Para la Victoria Laura
Convalán quien estuvo a disposición de los vecinos que se acercaron a ella con
distintas inquietudes.
Luego de dejar en orden la Unidad Básica, llegó el muralista
Jorge Molina, quien realizó un hermoso fileteado con los colores de la bandera
argentina, en una de las vidrieras de la UB.
Un sábado más que pasó, un sábado más lleno de militancia y
peronismo. Un sábado más con los vecinos del barrio de Boedo.
Un sábado más con la firme convicción de que estamos en el
camino correcto, de que la militancia cambiará la realidad de los argentinos,
gracias a la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner que demuestra todos los
días que trabaja por una Patria mas Justa, más Libre y más Soberana.
Viva la Patria!
jueves, 3 de mayo de 2012
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