El decreto 195/2011 del PEN que dictamina la conformación de la Casa Patria Grande, tiene como objetivo “impulsar la promoción de la integración de los pueblos latinoamericanos en términos culturales, políticos, económicos y sociales, y constituir un espacio especial para la juventud”[2]. La consigna es clara y cuenta con tres patas fundamentales, la primera es la referida a la administración pública. La Presidenta crea el espacio, el lugar físico en el edificio de la calle Pellegrini que antiguamente perteneció a Defensa y luego fue destinado a la Secretaria General de la UNASUR , a fin de darle forma desde lo simbólico-institucional como un eslabón más dentro del organigrama de la gestión pública nacional. Se constituye como un organismo desconcentrado en la órbita de la Secretaria General de la Presidencia de la Nación , esto quiere decir que no está por fuera, está dentro del aparato mismo del Estado, es parte de él, lo que le garantiza una cuota de poder y jerarquía en el marco de la política real. En segundo lugar cuenta con una pata política, como veníamos diciendo, la Casa se conformaría como una herramienta concreta de trabajo político (y cuando digo político, pienso en político-militante) capaz de poner especial ahínco a la cuestión latinoamericana dentro del marco de la relaciones internacionales pudiendo ir más allá de las máscaras protocolares de una diplomacia lavada, a fin de dar impulso al camino ya iniciado por el Ministerio de Relaciones Exteriores. Un tercer elemento, y quizás el de mayor relevancia para nuestra organización, es que este espacio Cristina Kirchner se lo confía a los jóvenes militantes, nombrando a un compañero de La Cámpora, Pablo Vilas, como Director Ejecutivo de la Casa. En este marco, se suma un nuevo objetivo que es el de poder “divulgar el compromiso y las experiencias del sector juvenil a fin de apoyar su consolidación como espacio activo”, garantizando a su vez a la juventud el crecimiento como profesionales, al promover la formación político-intelectual. Lectura y reflexión sobre la coyuntura que nos atraviesa y sobre nuestra propia historia, serán posibles mediante “una serie de ciclos de formación intensiva para jóvenes” capaces de funcionar como “referencia para investigadores, así como para interesados en profundizar el debate y la discusión sobre el devenir de la integración latinoamericana”.
Ayelén Oliva
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